Mi padre mostrando objeto rebelde
Así, definía mi
padre, con una sonrisa caballuna que le marcaba las arrugas a cada
lado de los ojos, cuando por días e inesperadamente, las cosas se
estropeaban o desaparecían. En sus jornadas de trabajo comenzaban a
fallarle las herramientas, una llave inglesa que volaba por el aire y
a continuación, del conmutador del ascensor que había ido a
reparar, saltaban chispas que dejaba sin luz a todo el edificio; a la
vez que el alambre de cobre se negaba a salir del vientre de un cable
que intentaba pelar inútilmente, acabando por rebanarse un dedo; y
al final de la jornada, cuando llegaba a casa, las llaves de la
puerta se habían perdido en el fondo de vaya a saber cuál de sus
bolsillos o compartimentos de su negro maletín destartalado. A esa
rebelión absurda, mi padre intentaba conjurarla con un repertorio de
blasfemias en las que no dejaba santos, ni dioses en su trono, inmune y
limpio de sus floridos recuerdos hacia ellos. Pero, los artefactos
seguían jugándole las bromas más absurdas. Aunque, por la noche,
en la cocina de casa y justo antes de cenar, descansado ya de tantas
jugarretas a las que había sido sometido, lo recuerdo explicando
cada una de esas historias ocurridas durante el día, como una
misteriosa particularidad de los objetos, que expresaban así una
especie de rebelión contra sus usuarios. Y así, mi padre se reía
de sí mismo y de esa comprensión epifánica que le hacía
reconciliarse, con su acostumbrada bohonomía, con aquello que nos
rodea y creemos sin vida propia. Todo esto vino hoy a mi memoria,
cuando se me ocurrió como explicación a la desaparición
misteriosa, en este último mes, de dos fregonas. Sí, simplemente se
volatilizaron sin decir adiós. Sospecho que se arrojaron desde el
balcón aprovechando mi descuido, y fueron a parar a la calle desde
el cuarto piso donde vivo. ¿Tropezaron en su vuelo aventurero con
algún otro objeto, persona, animal ? Nunca lo sabré. ¿Alguien las
recogió o siguieron solas su camino de libertad?
Fregona meditando en su libertad
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Calcetines singels |
Si fuera que no, entonces
estaríamos ante la confirmación, no sólo de la existencia de una
realidad paralela, nacida en las profundidades de las lavadoras, sino
del inicio, allí mismo, de esa revolución de las cosas inanimadas y
en el caso de los calcetines, de su triunfo. Mi padre, cual Marx y
Engels, habría entonces definido una clase nueva, absolutamente
transversal, multicolorista y transmatérica que, más allá de los
servicios que prestan, encuentran su identidad en la categoría de
artefacto. ¿Será esta la revolución que se aproxima y que nos
dejará desnudos y con sólo nuestras manos para cubrirnos y mediar
con la naturaleza? Mientras tanto, sigo pensando, ¿a donde fueron a
parar mis dos fregonas?
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Materialización de fregona desaparecida, ante una fallera en Valencia |