1947: Visita Granada un hada sobre un arco iris
¿Por dónde comenzar esta
historia? Quizá, por la salva de veintiún cañonazos que anunciaron
su llegada a Armilla. Veintiún cañonazos en el Paseo de San
Sebastián, en la entrada del Camino Nuevo del Cementerio y en la
puerta del Alhambra Palace. Tres veces, veintiún cañonazos que
harían temblar el camino de Armilla hacia la Alhambra. Temblar, por
el recuerdo de una guerra que aún permanecía con sus muertos
sepultados al borde del camino, donde también temblarían sus
huesos, removidos por las estampidas y extrañados, luego, por el
cimbreante trote alegre de los caballistas y coches enjaezados.
Eva Perón en su viaje a España , Archivo ABC
Allí arriba, más allá de la oscuridad de sus fosas y del obligado
olvido, la alegría perfectamente cronometrada y militarizada,de
escuadrones, bandas, artillería, flores, estandartes y banderas,
rojas y gualdas, blancas y celestes. Todas agitadas por conmovidos
pechos, en una provocada emoción de hermandad en religión y patria,
de Reyes Católicos, obispos, generales y generalísimo. Así, era
recibida Eva Duarte de Perón, a su llegada a Granada, un 15 de junio
del año 1947. Un hada rubia de 27 años, la señora presidenta,
a la que se rendían todos esos honores de jefe (no jefa) de Estado.
Un hada rubia, joven y bella, que había logrado hacer olvidar a
todas las instituciones del Estado español que la recibía, -la
España del nacional catolicismo- que ella era hija de madre
soltera, que había sido actriz, hasta un año antes y concubina
antes que esposa oficial del recientemente elegido presidente de la
República Argentina, el general Juan Domingo Perón. Y que, ella
pregonaba un feminismo que anunciaba así, de forma visionaria, en
su discurso radiofónico a las mujeres españolas: Nuestro siglo
no pasará a la Historia con el nombre de siglo de las guerras
mundiales, ni con el nombre de siglo de la desintegración atómica,
sino con este otro mucho más significativo, el del feminismo
victorioso. Evocaba una revolución social que exigía de
la mujer todos los derechos imprescindibles para el desarrollo de
sus poderosas virtualidades. Aunque, todo ésto mediatizado por
la “estructuración del hogar cristiano con vínculo
indisoluble” (...)”empeñada, la mujer, en un hogar donde se
respire un perfume de santuario, de suerte que el esposo y el hijo
sientan a Dios como en un templo pequeño, por eso sabe que no le
arrebata ni un adarme de feminidad no sólo el trabajo en la fábrica,
los estudios en las universidades, el aprendizaje profesional, pero
tampoco empañan su feminidad el participar en los movimientos de
recuperación nacional. [Y para estaba la Sección Femenina
enseñando labores del hogar y gimnasia con bombachos y faldas
siempre más abajo de las rodillas]. “La Iglesia, decía
cándidamente Eva, ni ha prohibido ni ha disuadido a la mujer de
que ejerza de médico, de diputado o de embajadora, con tal de que no
abandone sus deberes esenciales...
Y siguieron los discursos y las
bienvenidas a quien como tal hada rubia, representante entonces de un
país ubérrimo de comida, de ropas, de zapatos que ofrecía en los
contenedores de sus barcos, enviados para repartir a una España
hambrienta y aún empobrecida por la guerra. “El año 1946 había
sido un año de sequía, y 1947 fue el año del hambre”, recuerda,
hoy, un vecino de Armilla.
Eva Duarte de Perón, continúa
diciendo en su discurso que : “No han faltado agitadoras que
soliviantaran las clases sociales con flamas incendiarias, por qué
han de faltar otras mujeres que de alma a alma se digan un mensaje de
amor y de paz [Clara Campoamor, Victoria Kent, Margarita Nelken
, Federica Motseny, Lucía Sánchez Saornil, ¿acaso se refería a
ellas?](...) Se ha dicho, continuaba Eva Duarte, que hemos
venido a formar un eje entre Buenos Aires y Madrid. Mujeres
españolas, no he venido a formar ejes sino a tender un Arco Iris con
todos los pueblos, como corresponde a una mujer.
Lucía Sánchez Saornil, Kristine Kon-Rabe, junto a Emma Goldman en su visita a España , 1936.
Sí, Eva Duarte era un hada llegada en
arco iris, la luminosidad que la rodeaba no era sólo la de su
belleza perfecta;era el oro del trigo, y el manto de las toneladas
de judías verdes que en su honor pasaron a llamarse peronas. Y las
estrellitas que emanaban de sus milagrosas manos eran las cien
pesetas y más, que como recoge la prensa de la época, repartía
a los menesterosos que lograban aproximarse a ella.
Y Eva iba a continuar su viaje por
Europa yendo a Roma. Y sí, uno de esos contenedores cargados con
ropa y alimentos, luego de dirigirse al puerto de Barcelona, tenían
marcada otra parada en un puerto italiano, el destino era el
Vaticano. Cuando anunciaron la visita de Eva Duarte al Vaticano,
acompañando las remesas enviadas por el gobierno argentino, no
sabían dónde meterla. ¿Una mujer a la que había que rendir
“honores de jefes de Estado”, en el país de los hombres con
faldas y donde las mujeres son todas esposas de Dios y criadas para
servirlos? Se solucionó hospedándola en su propia Embajada. Sí,
Argentina también colaboraba, entonces a lavar la cara a un Estado
papal que había sido, digamos, que claramente escorado en su
posición con respecto al fascismo y al nacionalsocialismo ¿Acaso,
se enviaba todas esas toneladas de ropas y cereales al Vaticano
(Ideal de Granada, junio, 1947) para que la Santa Sede tuviera la
oportunidad de ejercer esa caridad cristiana que muchos incluso de
sus fieles y sacerdotes, habían reclamado en vano durante el
conflicto mundial, sin necesidad de vaciar sus repletas arcas?
Casi setenta y seis años después de
la llegada de Eva Duarte a Armilla,Granada, camino haciendo el
recorrido deportivo de los armilleros: parte del perímetro de su
base aérea, aquella que, me explica Miguel, 96 saludables años,
fue tomada de inmediato por los sublevados:
Aeródromo de Armilla hoy , Colección personal
“En Armilla no hubo
resistencia en el 36, los jefes de la Aviación huyeron, y fue
ocupado por los nacionales. Aquí teníamos los huertos para
sobrevivir...Aunque requisaban cereal y verduras para el ejército.
Amparados por la noche, se cargaban los animales y se llevaba el
trigo a moler.” Miguel, con diecinueve años entonces, formaba
parte de la compañía de aviación con escuadra estandarte y
bandera que le rindiera honores de Jefe de Estado a su
llegada, al aeródromo de Armilla a la señora Eva Duarte de Perón.
“ A los nueve años me sacaron de la escuela y me mandaron al
campo”. Entrar en el ejército le permitió a Miguel acceder a un
sueldo y una formación. “Como no me gustaban las armas, elegí ser
radiotelegrafista.” Y ese 15 de junio de 1947 estrenaba su
condición de uniformado rindiendo honores a aquella “hada
presidenta”. “¿Recuerdas qué pensaste, entonces?”. “Que era
muy guapa”, me dice Miguel “¿ Pero, si apenas podrías mirarla
”, concluyo. “Ya que en posición de firmes y con la mirada al
frente sólo debe haber sido para ti una silueta fugaz al pasar
delante tuyo”. “Bueno, nos girábamos ”...

Llegada de Eva Perón al aeródromo de Armilla, Archivo de Ideal, autor Torres Molina
“¿Qué edad te imaginas que tenía?”
“¿Menos de treinta?”, me pregunta. Sí, sólo veintisiete. Murió
a los treinta y tres años”. Y Miguel asombrado, menea la cabeza .
Me responde que no sabía.”¿De qué murió?”. “De un cáncer
de útero”, respondo, y se queda pensativo. Me contengo, por no
interrumpir sus recuerdos, de explicarle que un cáncer de útero se
consideró una enfermedad no digna para ella, por lo que ocultaron el
diagnóstico transformándolo en una enfermedad casi sin nombre. Un
útero enfermo aludía a los órganos reproductivos de esa mujer
que el pueblo idolatraba y había transformado en Santa. Y una Santa
deja de tener órganos sexuales.
Seguimos la conversación abrigados por
los faldones de la mesa camilla que Miguel me ha ofrecido compartir,
como se hace cuando una llega a toda casa Granadina. En este frío
invierno donde, cada vez que doy vueltas por el aeródromo de Armilla
intento imaginar aquellos coches enjaezados, y el olor de los ramos
de flores que le arrojaban a su paso, a la Eva del arco iris entre
España y Argentina. El metal de la banda de música, el tintineo de
los cascabeles que acompañaban el trote de los caballos lustroso y
peinados para la ocasión, tirando de carruajes colmados de damas con
peinetas y mantillas. La sonrisa sempiterna enmarcada en carmín de
una mujer joven y brillante que, con su presencia, y todo la fiesta
de brillos militares, homenajes y visitas rociadas de agua bendita
y perfumadas de incienso eclesiástico. Mientras se obraba así al
comienzo del borrado de memoria de ese pasado inmediato que aún
retumbaba en los paredones de los cementerios, y era llanto contenido
y oculto en muchas de las que acudían a vitorearla. Ella fue la
punta de lanza , arco iris mágico, de la estrategia geopolítica de
Juan Domingo Perón, recién elegido presidente de esa República
enriquecida gracias a la guerra y a su suelo fértil.” Tercera
posición”, proclamaba Perón y hablaba también de
Justicia Social y Eva de Justicia para sus descamisados,
de la que ella era su representante . [ Y recuerdo a Alfonso Guerra,
de los años 80, que copió lo de descamisados en sus mítines
donde hablaba de "nosotros los descamisados y prometía trabajo y la eterna Justicia Social, Alfonso Guerra,
parece una broma, ¿no? Quiso ser la Evita de Felipe González. Cosas
del travestismo, que siempre ronda la política (https://elpais.com/diario/1989/05/27/espana/612223203_850215.html).
Sí, en aquel tiempo, 1947, esa
Tercera Posición, que
proclamaba Perón, le servía a Franco para limpiar su inmediato
pasado, y abandonado de ayudas internacionales por su declarada
simpatía, mediatizada por intereses coloniales y comerciales con el
Eje, así, sus teóricos de la Falange declamaban ni comunismo ni
liberalismo. Ni yankees, ni soviéticos. Y Argentina entonces le
tendía una mano, más allá de ideologías, por pura solidaridad
humana hacia su pueblo, proclamaba Eva Duarte. Argentina, ese gran
país que creyó, podía bastarse a sí mismo, y que podía competir
en el nuevo orden mundial que se estaba gestando, fraccionando al
mundo, ante el comienzo de lo que se llamó la guerra fría.
Franco y su discurso público de entonces intentaba acercarse al del
Perón de esa inmediata postguerra. Tiempos vendrían en que ambos se
rendirían ante el nuevo orden colonial marcado por USA. Era también
la época del romance entre Perón y el Vaticano, que duraría
aproximadamente hasta la muerte de Eva..( En línea:https://www.infobae.com/historia/2018/11/03/usted-es-el-unico-que-me-ha-puesto-de-rodillas-padre-la-tormentosa-relacion-de-peron-con-la-iglesia-catolica/)
Sigo mi charla con Miguel, y le
pregunto qué más recuerda de entonces... Y llegan hijas, hijo,
yernos, a la acostumbrada visita vespertina... el tiempo pasa
hablando del ahora. Más tarde, me cuenta una de sus hijas: “A
comienzos de los años sesenta, nos inscribieron a todas las hermanas
en una escuela de monjas, en Granada. Para ello mis padres debían
presentar certificados de buen comportamiento de orden moral, y
también los certificados de casamiento, y nacimiento de cada uno de
ellos. Cuando mi madre fue a retirar el suyo, se lo negaron, y le
dijeron que sólo se lo podían entregar a su marido. Mi madre
insistió porque era “su” certificado. Pero, no hubo nada qué
hacer. Y allí fue mi padre. El empleado que le entregó a él la
partida de mi madre, le señaló escandalizado que allí constaba que
mi madre había nacido dos años antes de que mis abuelos se casaran.
Algo tan indecente, no podía entregar a manos de una señora”.
Habían ya pasado alrededor de quince años de la vista de Eva Duarte
de Perón. El feminismo de las chicas del yugo y las flechas era el
de la casa de Bernarda Alba. “La visita del novio, en los años en
que mis padres noviaban ( años cincuenta) era Rosario compartido
junto al padre y la madre, así hasta el día del casamiento. Ya en
mi época, finales de los setenta, vueltas por el pueblo, sólo de
día, porque , ¿qué dirían las vecinas si te ven por allí, de
noche? La prédica de aquellas mujeres de los años treinta y
anteriores como Ángeles López de Ayala, Teresa Claramunt, Rosario
Acuña, Berta Wilhelmi, Antonia Maynon, Guillermina Rojas, Maruja
Mallo, Agustina González y tantas otras, borradas totalmente. Poco
duró esa libertad que apenas habían comenzado a vivir las mujeres
españolas. Eva Duarte se equivocaba cuando creía que el feminismo
no estaba reñido con la familia que hacía del hogar un santuario.
El santuario no era una metáfora en aquella Granada donde miles de
personas la habían aclamado, haciendo retumbar las fosas de los que
aún se seguían fusilando en aquel 1947 de su llegada. El santuario
del hogar era la vuelta al orden de Dios (el Padre/ el marido), y el
Espiritu Santo (Franco omnipresente). Las mujeres volvieron, entonces, a ser
eternas menores de edad.