Hoy
hago un encuentro, red sutil de encuentros que unen las palabras y
los personajes, uno de ficción con otro real. Pere Oliveros, alcalde
y zapatero de Barcelona, en el año 1792, personaje de El
magnetismo del viento nocturno; el otro, alcalde y zapatero de
un pueblo minero de Sajonia, en el año 1820. El alcalde zapatero
alemán tiene una hija, Friederike
Erdmuthe Reinhold, quien sumida en sueños magnéticos se
convierte en la Salvadora durante la Semana Santa de aquel año.
Luis Montiel, el autor de este artículo, explica esta y otras
historias de muchachas que caen en profundos sueños catalépticos.
El paso del discurso de la razón ilustrada al del romanticismo, su
superposición y convivencia, que se hace voz extraña y divergente
en las magnetizadas, las sonámbulas y las posesas, a través de
cuyos cuerpos se expresa ese “lado nocturno” que explican
algunos intelectuales y médicos de la época.
Charles Dickens, sensible a todo aquello que podía explicar el
comportamiento humano, fue también un magnetizador experimentado,
durante varios años tuvo una pareja “mediúmnica” Augusta Granet
casada con el banquero suizo Emile De la Rue, a ambos los conoció
en su estadía en Génova. Augusta padecía, como todas las mujeres
sensibles a los efectos magnéticos, dolores de cabeza, convulsiones
y catalepsias. Durante años Dickens fue su salvación, y gracias a
sus ”pases” - que incluso podían surtir efecto a cientos de
kilómetros, si ambos se ponían de acuerdo en día y hora - Augusta
mejoraba . Dickens intentó, sin éxito, enseñar a De la Rue a
mesmerizar a su esposa, pero no tuvo éxito, como era de esperarse
en estos casos. Pero Augusta, al igual que una de las muchachas
citadas en el artículo de Luis Montiel, estaba poseída también,
por temporadas, por un fantasma maligno, que se resistía a la
influencia del escritor. Dickens, preocupado por esta “presencia”
contra la que su poder parecía debilitarse, confesaba al señor De
la Rue: “Pensaba en ella [Augusta] continuamente, ya fuera
despierto o dormido, las noches del lunes, martes y miércoles ... No
sueño con ella... sino que siento como una ansiedad la sensación de
que ella forma parte de mí de algún modo, igual que cuando estoy
despierto” ( cit. por Tomalin, Claire, Charles Dickens,
Aguilar, 2012).
Un escritor es sólo un relator de lo que sus personajes le indican,
ellos hablan y se mueven siempre inesperadamente, y hoy encuentro
lecturas que se descubren sugerentes, que extienden la relación
entre ficción y realidad ¿Y si todos fuéramos personajes? Como en
la etiqueta de la lata de los polvos para hornear Royal: una latita
dentro de otra, así hasta el infinito: relatos de relatos. Una
“semiosis” eterna.
El artículo en cuestión es el siguiente: Síntomas de una época: Magnetismo, histeria y espiritismo en la Alemania romántica
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