Hace unas semanas, el periodista Domingo Marchena recogía en un extenso artículo el desembarco en Barcelona de una "multinacional del ocio líder en el traslado al mundo real de fantasías virtuales y juegos de misterio". En este caso se trataba de llevar al "mundo real" el regreso de La vampira del Raval. "Entre la verdad y la leyenda" – se afirmaba más adelante- los empresarios "han optado por la leyenda" (La Vanguardia, 11/IV/2015). La noticia da para un ensayo. Ya no sólo es el lenguaje el que crea el mundo, como ha teorizado cierta rama de la filosofía -y llevaron a su extrema banalización los "coaching" a la moda-, sino que, pareciera que hoy la realidad virtual amenaza con determinar, como en este caso, "el mundo real".
La construcción de una historia interesada, al servicio de un público ávido de emociones, no es una novedad. Recomiendo, al respecto, el magnífico trabajo de Agustín Cólola Gant sobre la construcción del Barrio Gótico de Barcelona. Quienes nos dedicamos a la investigación histórica sabemos que la "verdad histórica" es una falacia, y que cada época construye su propia mirada y su propio relato sobre el pasado, tal cual hacemos los individuos con nuestros recuerdos. Nos mueve, una cierta economía del recuerdo que nos ayuda a interpretar mejor lo que nos sucede en nuestro presente. Pero la economía crematística, con la que se interpreta para el consumo turístico la historia de nuestra Barcelona, deviene ya caricaturesca. Ejemplo de ello es la política de historia sesgada con la que se monumentaliza ciertos espacios de la ciudad, se conservan paredes vacías como falsas escenografías de teatro, o se destruye, o desprecia sistemáticamente, todo lo que se refiere a la memoria de la clase obrera.
Hemos demostrado el clasismo y la misoginia que tiñó el caso de la llamada Vampira del Raval, las mentiras en las que se basa (recomiendo a los periodistas de La Vanguardia volver a leer, con paciencia, todos los artículos publicados en vuestro propio periódico, desde marzo de 1912 hasta mayo de 1913). También, yo misma he denunciado el uso fraudulento de las fotografías con las que se ilustran las páginas web dedicadas a la Enriqueta Martín. Las fotografías de las víctimas infantiles de los bombardeos de Madrid , durante la Guerra Civil; o las fotos de las niñas desaparecidas en la calle Hilarión Eslava de Madrid , en 1924, son utilizadas , sin ningún escrúpulo, para dar morbo y "pruebas" al relato de la leyenda del monstruo de Barcelona.
Todo por la pasta, es el lema de quienes insisten hacer de esta historia de injusticias y explotación un juego para ociosos en busca de emociones. Pero, lo más alarmante es la falta de ética y el divertido cinismo con el que se acepta el triunfo de la "realidad virtual".
El artículo al que me refiero es éste.
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